Los mitos andinos en el arte de Quintanilla
La mitología en el mundo andino de Perú es una pieza fundamental dentro de la cosmovisión de las diversas sociedades y de sus expresiones artísticas. A través de la tradición oral se han podido conservar y transmitir historias, enseñanzas y sabiduría ancestral.
El mito de Kukuli y el Ukumari (1992)
“Ha habido una mujer que se enamoró de un oso (un oso es hermoso), como el oso no puede poseerla a ella, un día va el oso y se la roba a Kukuli, se la lleva a las montañas, a sus dominios y la hace cautiva y vivió con ella y tiene relaciones con ella, era su marido. Entonces, de ahí ella se pone en cinta y de esta unión nace Alaku (el hijo), se llama Alakito, Alaku…. entonces ella está alegre, quiere a su hijo y el oso, el Ukuko también quiere a su hijo… Alaku crece, crece, crece y se vuelve un hermoso oso – hombre. Pero cada vez que iba a su dominio, a su caverna a su casa, porque el Ukuko iba a cazar también, y llegaba con su hijo jadeando, la madre esperaba para comer, pero sufría ella, porque el hijo siempre la encontraba llorando. Lloraba y lloraba, estaba siempre triste; entonces el hijo un día le pregunta,” mamá, ¿por qué siempre lloras y estás triste?“, y la madre responde: “no es por nada”, Alaku insiste: “pero cuéntame mamá, ¿qué es lo que pasa?”, “tú has observado bien hijo”, le dice Kukuli, “que eres diferente que todos… es que no es normal que yo esté con un oso, con tu padre. Él me ha robado y me hizo cautiva y el producto de eso eres tú”. Y ¿eso te hace sufrir?” pregunta Alaku, “sí, porque extraño a mi pueblo y quiero volver a mi pueblo” responde Kukuli. Alaku emocionado le dice “mamá, y ¿por qué tú no vuelves?”, Kukuli responde, “tú has visto como él derrumba árboles y montañas…”, le cuenta cosas terribles, que él es capaz de desviar los ríos, de cambiar las montañas y que tiene miedo, “si yo me escapo me va a matar Si yo le digo me mata”, Alaku responde “! Si él te mata yo lo mato a él!”. “Si él me mata ya no podré ver a mi pueblo y yo tengo necesidad de ver a mi pueblo y te puede matar porque él es mucho más fuerte que tú, yo lo conozco” responde Kukuli. “Cuando yo sea grande lo mato y tú vas a ser libre” concluye Alaku; y señalando una montaña le dice a su madre” ¿ves aquel cerro?, ahí irás un día y te quedarás desde ahí mirando este sitio, si ves humo negro es mala señal, me ha matado, si ves humo rojo es que estamos peleando, y cuando veas humo blanco como nubes, es que he ganado y estoy en camino a buscarte para llevarte a tu pueblo”. El humo juega un rol importante como símbolo, seguramente antes el humo se usaba como señal, humo negro era para advertir que había enemigos, el humo blanco como señal de alegría y el humo rojo para avisar que había luchas. Y así pasa el tiempo y un buen día, Alaku pide a su madre que suba a la montaña. A lo lejos Kukuli ve como se forma ese humo rojo y pasan días, semanas y el humo rojo continuaba, siempre alto; la luna acompañaba a Kukuli en su espera, y aves mensajeras le decían que la lucha continuaba, cuando finalmente Kukuli ve humo blanco, regresa al dominio del Ukuko y encuentra a su hijo Alaku vivo. Se abrazaron y regresaron al pueblo de Kukuli. Cuando llegaron al pueblo, todos reconocieron a Kukuli pero le tenían miedo al Alaku, era un hombre – oso, el Alaku se dio cuenta del miedo que le tenía la gente y decide irse a vivir a las montañas dejando a su madre con su gente.” (A. Quintanilla, comunicación personal, 17 de febrero de 2018)
La leyenda de la papa o Papa Pakakuy (1992)
Alberto Quintanilla, cuando era niño escuchó innumerables historias que guardó y evoca con su prodigiosa memoria. De acuerdo a Quintanilla, la leyenda de la papa o Papa Pakakuy o de acuerdo a la traducción en español: donde la papa se esconde, se contaba comúnmente en el Cusco, cuando era niño y hacía referencia a como este tubérculo se convirtió en la base de la alimentación de los pre-incas e incas. A continuación referiremos la narración en palabras del maestro:
“¿Conoces la laguna de Lucre?, está cerca de Piquillacta (a 20 km de la ciudad de Cusco), dice que existieron dos culturas en este lugar… en Piquillacta gobernaba un gran hombre que designó como princesa a su hija, ella tenía una gran belleza, Uno de los soldados de su ejército se enamoró de la hija y quiso casarse con ella. Ante esta petición el rey le dijo:
- Mi pueblo se está muriendo con una gran hambruna, por la escasez de agua. Si traes una solución a esto, te casarás con mi hija.
Como estaba enamorado aceptó y fue en búsqueda de una solución, en el camino se encontró con una mujer y le dijo que vaya a la laguna de Lucre (Huacarpay) a contemplarla y ahí se le apareció Willakuma o un pajarito, antes de que llegue al lago le pregunta ¿qué hará?, él dijo que necesitaba una planta que resuelva el problema del hambre en la población
- Anda por el borde del lago y cuando la luna se refleje, háblale a la luna, pero si se mueve el agua no te podrá hablar la luna- le dijo la mujer
El soldado esperó y esperó a que salga la Mama Quilla, pero el agua siempre se movía. Por ejemplo un pato salió de los matorrales y al moverse dispersaba la imagen del agua. Así pasaron algunos días, hasta que una noche se apareció un Huillaq Uma y le dijo al soldado:
“Ahora te hablará”
De repente aparece la luna y le habla y le dice:
“Del Kaypacha vas a recoger una planta y del Hananpacha otra planta que un picaflor te señalará. Lo que se debe comer es la raíz, no la flor, no se debe comer porque es veneno”.
Así, este soldado, guiado por esa avecilla, encontró las plantas y las enterró en el Ukupacha, cuidándolas hasta que crezcan. Con el tiempo se llegó a saber que aquellas plantas eran de papa.
Una vez dados sus frutos, el soldado se dirigió al pueblo, feliz de haber encontrado una solución. Al llegar a este, observó que había una viejita sentada en la entrada y le preguntó por el gobernante y la princesa. Tal fue su asombro de ver cuánto tiempo había pasado, cuando escuchó la respuesta de la anciana que le dijo: “Sí, soy yo, la princesa”. Todas estas historias yo las pude escuchar de niño”.
El agua se movió de nuevo y tuvo que esperar porque la luna no le dijo el lugar, pero el q´ente le dijo dónde. Esperó a que la planta crezca (siempre hay que esperar). Volvió al pueblo y lo encontró destruido, solo encontró a una viejita en la puerta del palacio, preguntó por el rey y le dijeron que había muerto y le señalaban a la viejita como que era la princesa, todos habían envejecido menos él.”
El jinete y la muerte
“De niño, todos los mitos que yo cuento; hay algunos que se han transformado… algunos relacionados con historias del otro mundo. Me acuerdo mucho que el hermano de Flores, de un abogado, que le decíamos “el padrino” en la casa, me contó una vez que tenía una hacienda, entonces él iba cada mañana, iba por una cuesta, y la cuesta era así digamos (dibujando), acá digamos, esto era el sitio donde estaba, tenía que caminar y darse la vuelta aquí (dibujando una colina), y por aquí seguía el camino, por acá estaba lleno de árboles, era bosque. Cuando estaba aquí arriba veía a los jinetes que venía. Y generalmente él se apuraba para encontrarse en este sitio, en la curva, y siempre pasaba eso, o gente, o caballos o burros. Cuando pasaba por aquí (señalando el inicio del dibujo), veía que alguien venía por acá (señalando el final del dibujo), y entonces aquí se cruzaban (señalando la curva del centro del dibujo), y se saludaban “hola”. Una vez vio a un caballo que venía galopando, galopando por acá, y a un tipo con una capa, a lo lejos le veía; y entonces corrió él para encontrarse, y cuando llegó acá (señalando nuevamente la curva), este que tanto corría estaba volteado hacia allá (señalando en sentido contrario), el caballo estaba volteado y el de la montura estaba volteado, no se le veía la cara ni nada. El jinete algo sintió, entonces se acercó con su fuete, llegó, llegó y se acercó, como no se volteaba ni nada, se acercó y se acercó para decirle, “oiga usted, yo lo he visto, caramba, buenos días”, se le acercó al caballo, y entonces el otro volteó y era la muerte que con su cara le hizo algo así (gesto de soplar o escupir), dice que él con terror le dio un fuetazo y se envolvió el fuete en el cuello de la muerte y el jinete se cayó y se desmayó de miedo. Entonces, cuando despertó estaba en el suelo con el fuete en la mano y ya no había ni el caballo ni la muerte, nada; y su caballo estaba ahí. Y en estas cosas hay algo de eso. Es un cuento.”